El problema es que no se ha querido hacer porque existen amplios prejuicios hacía un medio de transporte eficaz y barato que le resta hegemonía al coche. En ese sentido, Oviedo no es una ciudad muy diferente de las demás, con cuestas y sin ellas

Recientemente tuve la suerte de asistir a la gala fundacional de este medio en Oviedo. En un momento de la charla uno de los intervinientes mencionó la movilidad en la ciudad y por algún detalle que no recuerdo, la bicicleta. Lo que vino a continuación en forma de un murmullo y risillas entre el público no me sorprendió en absoluto. Se hubiera reído también o no, ya se imagina: las cuestas, que si llueve, etc.
Aquello me dejó pensando. ¿Por qué es tan absurdo para algunos imaginar Oviedo con gente desplazándose en bicicletas? ¿Acaso no hay ciudades con cuestas donde la bici es un medio de transporte habitual? ¿Es realmente imposible, o es solo que nos lo hemos creído?
Las cuestas
Está clarísimo que Oviedo “no es Amsterdam”, aunque probablemente haga peores días al año en la segunda que en la primera. Pero es que tampoco lo son Barcelona o Bilbao, dos ciudades que tienen desniveles más que notables en su trama urbana y donde la bici es una opción de transporte cada vez más utilizada.
Barcelona, en la que es evidente que hace buen tiempo muchos días al año, es una ciudad dividida en dos realidades: desde la montaña de Collserola hasta la costa, con barrios enteros que tienen pendientes importantes. La diferencia entre los barrios altos, como Gracia, Sarrià o Vallvidrera, y el centro de la ciudad puede superar los 200 metros de desnivel. Sin embargo, eso no ha impedido que exista una red de carriles bici funcional, ni que el servicio de bicicletas compartidas tenga éxito. La clave está en que, además de infraestructura, hay voluntad política y estrategias adaptadas a la orografía.
Bilbao, con un tiempo similar al Ovetense, es una ciudad que hace 20 años tenía una cultura ciclista prácticamente nula. Las cuestas en barrios como Deusto, Begoña o Artxanda podrían haber sido la excusa perfecta para que la bici nunca despegara en el entorno urbano. Pero lo hizo tímidamente. Primero, con una apuesta decidida por la movilidad ciclista con infraestructuras, y luego, con la llegada de las bicicletas eléctricas, que han hecho que la pendiente deje de ser un problema insalvable.
Entonces, si Bilbao y Barcelona lo van consiguiendo, ¿qué impide que Oviedo lo intente?
Los riders
Mientras la idea de ir en bici por Oviedo sigue provocando risas, hay un grupo de personas que, sin que nadie les pregunte, ya han demostrado que es posible: los repartidores.
Los riders que trabajan para empresas de reparto recorren la ciudad de un extremo a otro, enfrentándose a las mismas cuestas que supuestamente harían imposible la bici en Oviedo. Lo hacen a diario, con bicicletas eléctricas, y sin mayores problemas. Y no solo en las calles llanas: suben a Montecerrao, bajan a La Tenderina, van y vienen por toda la ciudad sin que el desnivel sea un impedimento.
Si para ellos la bici es una herramienta eficiente y barata de trabajo o movilidad, ¿por qué no puede serlo también para el resto de la ciudadanía? Una pista: En Gijón está implantando mejor la bicicleta el hecho de que la bici compartida pública sea eléctrica, que en ocasiones la propia infraestructura. Que el esfuerzo sea limitado y la comodidad mucha, iguala y acerca la bici a todas las edades y posibilidades.
Carriles bici
Por otro lado, si la bici no se usa en Oviedo, no es porque no se pueda, sino porque no se quiere facilitar su uso. Durante años, se han prometido infraestructuras ciclistas que nunca llegaron a materializarse. Se han anunciado planes, mapas, presentado proyectos… y, sin embargo, la realidad es que la red ciclista sigue siendo inexistente o, en el mejor de los casos, anecdótica.
En 2020, el alcalde Alfredo Canteli afirmó que la apuesta por los carriles bici en Oviedo era «irreversible». En ese mismo año, el entonces concejal de Urbanismo, Nacho Cuesta, anunció que se estaba trabajando en un diseño de carriles bici que se podría ejecutar en poco tiempo. Pero los años han pasado, y la red ciclista sigue brillando por su ausencia.
El único tramo de carril bici construido con fondos europeos es el que conecta con la autopista a través de la entrada de la ciudad. Una apuesta tímida, insuficiente y desconectada de cualquier red útil para moverse en bicicleta de forma cotidiana. Mientras tanto, se han dejado pasar oportunidades de financiación que habrían permitido desarrollar una infraestructura real para la movilidad ciclista.
La distancia
Los estudios sobre movilidad urbana indican que la bicicleta es especialmente eficaz en distancias de hasta 5 kilómetros. En este rango, suele ser incluso más rápida que el coche en ciudad, ya que evita atascos y puede tomar rutas más directas.
En Oviedo, la mayoría de los desplazamientos urbanos encajan dentro de este margen. Desde barrios como Pumarín, Ventanielles o La Corredoria hasta el centro, las distancias son perfectamente asumibles para un desplazamiento en bicicleta. Y si se suman las bicicletas eléctricas a la ecuación, el margen de uso se amplía aún más.
No son las condiciones, es la voluntad
Afirmar que en Oviedo no se puede ir en bici es más una cuestión de mentalidad que de realidad. Lo que falta no es una ciudad sin cuestas, porque eso es algo difícil de encontrar en el conjunto del estado, sino una apuesta decidida por la movilidad ciclista. Otras ciudades, con condiciones similares o peores, han demostrado que es posible. El problema no es que no se pueda o que si hace mal tiempo no se salga en bici o que si la cuesta es demasiado empinada, se ande un poco para sortearla. El problema es que no se ha querido hacer porque existen amplios prejuicios hacía un medio de transporte eficaz y barato que le resta hegemonía al coche. En ese sentido, Oviedo no es una ciudad muy diferente de las demás, con cuestas y sin ellas.
Mientras nos siga causando risa la idea de coger la bici en Oviedo, mientras se sigan prometiendo carriles que nunca llegan y mientras se sigan dejando pasar oportunidades de financiación, la ciudad seguirá atascada en el mismo círculo vicioso. Y, mientras tanto, las ciudades que sí han apostado por la bicicleta como un medio de transporte más incluido en su catálogo de servicios ciudadanos, seguirán avanzando, dejando a Oviedo una vez más anclada en el pasado en cuestiones de movilidad urbana y salud.
Es lo primero que me chocó cuando visité por primera vez Oviedo. No hay bicicletas por las calles, ni espacios para aparcarlas, carriles bici…
Viniendo de haber vivido ciudades similares en tamaño como Pamplona y Vitoria, se echa mucho de menos este elemento de movilidad.
Si lo comprometido de este alcalde con la bici, que están cambiando las señales para que no se pueda circular con la bici por las calles peatonales, pero el si puede usar su coche oficial, ejemplo c/ cimadevilla y demás
Vivo en centro y soy asiduo de su uso (no eléctrica), sobre todo para desplazarme hasta el CAU. Las sensaciones son enormes y positivas, si te toca subir, te tocará bajar (brutal).
Lo negativo es que hay que estar MUY atento a no cometer «infracciones de tráfico». Determinadas fuerzas del orden aplican un desmesurado esmero. Aquí te tienes que bajar, ahí te puedes subir, allí…