Con ´Don’t Cry For Me´, Cuco Suarez presenta una exposición cargada de crítica social y reflexión, abordando temas como la muerte, la velocidad, la indiferencia y el poder. En la galería Caicoya hasta el 10 de marzo


Tras siete años de silencio, Cuco Suárez ha vuelto al ruedo artístico con una exposición que, como era de esperarse, no deja indiferente a nadie. Su última muestra, ‘Don’t Cry For Me’, inaugurada en la galería de Guillermina Caicoya en Oviedo, marca un retorno vibrante, cargado de oscuridad y reflexión. En esta, Suárez no sólo regresa al arte, sino que lo hace con una mirada crítica sobre el mundo, una mirada que, más que nunca, necesita ser vista. El título de la exposición ya es un claro indicio de lo que nos espera: ‘Don’t Cry For Me’, que en su superficie puede sonar a despedida o lamento, es en realidad una declaración de intenciones. No está aquí para arrullar ni consolar, sino para sacudir conciencias. Tras un largo periodo de introspección, consecuencia de un fallido proyecto artístico en Ladines, que le afectó profundamente, el artista regresa más reflexivo, más maduro, con el ánimo renovado por el apoyo de sus amigos y colegas que nunca dejaron de creer en él.
Lo que nos ofrece ahora es una exposición en la que la muerte, la velocidad y la indiferencia parecen ser los protagonistas. Las ‘roadkills’ –esos animales aplastados por los coches en la carretera– son el eje central de su obra. En sus lienzos, siluetas de sapos, aplastados y secos, se extienden sobre sábanas usadas que el propio Suárez convierte en trapos de taller. A través de este proceso tan visceral, el artista invita al espectador a detenerse, a reflexionar sobre las prisas, sobre la falta de respeto por la vida y sobre la fugacidad del cuerpo humano. CS utiliza una técnica tan directa como su mensaje: la galipota, un material toscamente preparado, como si el propio proceso de creación reflejara la crudeza del contenido.

Este arte no busca la belleza inmediata, sino la incomodidad que provoca un encuentro con la realidad más cruda. La escatología religiosa y la descomposición son temas recurrentes en su trabajo, lo que añade una capa de profundidad a las obras, que no se limitan a la superficie de las imágenes. Más allá de los sapos, la exposición también ofrece una reflexión sobre el poder, representado por tres botijos que simbolizan las tres fuerzas fundamentales: el dinero, la política y el pueblo. Oro, plata y bronce, que se erigen como estatuas silenciosas, observan desde la pared, recordándonos el lugar que ocupan en la jerarquía social y el control que ejercen sobre nuestras vidas.
La exposición de Cuco Suárez es una obra de denuncia, pero también de revelación. En un mundo que avanza a una velocidad desmedida, donde las prioridades parecen estar al revés, Suárez se detiene y nos pide hacer lo mismo. Su arte no tiene la intención de consolar, sino de provocar un despertar. Su regreso es un recordatorio de que el arte debe ser un espejo incómodo, una fuerza que refleja lo que somos y nos obliga a replantearnos lo que deberíamos ser. Con esta nueva muestra se reafirma como un artista que, más allá de las modas, se mantiene fiel a su voz única, sin miedo a indagar en lo más profundo de la existencia humana.