“Por su aforo, por sus características, por su alma… No hay otro local igual». El asturiano Nacho Vegas, acompañado de Tania Pereira, será el encargado de tocar los últimos acordes en uno de los templos de la música en directo de Oviedo

Ya se sabe que todo tiene un principio y un final, aunque hay finales que duelen más que otros. Uno de los que dejará huella será el de La Salvaje, la sala que durante una década ha avivado la escena musical ovetense y que el próximo 27 de junio ofrecerá el que será su último concierto. Desde su autodenominado refugio, el local ha visto nacer y crecer a algunos de los músicos más celebrados de la escena, como bien atestiguan los carteles que aún hoy lucen enmarcados en sus paredes de piedra. Joe Crepúsculo, Tulsa, Zea Mays, Belako, El Mató a un Policía Motorizado, Los Punsetes, Carolina Durante, McEnroe o Biznaga han celebrado noches mágicas en las cuatro paredes de La Salvaje. Diez años que la han posicionado como un referente entre el público y como un must entre las bandas, que en cada pase recuerdan con ese “gracias por todo” a quien la creó y mantuvo en pie todo este tiempo.
“En realidad es como ir dándole forma a una despedida que llevas tiempo anticipando. A lo largo de estos meses ha habido picos emocionales y golpes de realidad que te devuelven a lo inevitable: había que anunciarlo tarde o temprano”, lo cuenta David Cuerdo, uno de los socios fundadores de La Salvaje, que no esconde la mezcla de orgullo y tristeza con la que se enfrenta al cierre. El edificio sobre el que se asienta la sala está en venta, y aunque aún no tiene dueño, el cierre es definitivo, “lo único seguro es que La Salvaje se va”.

Este jueves, la sala anunciaba el que será su último concierto en su refugio, honor que recaerá sobre el consagrado cantautor gijonés Nacho Vegas: “Un músico al que admiramos, que ha acompañado a varias generaciones desde la trinchera de las canciones, desde la belleza y desde el compromiso”. Poco menos de diez minutos después del anuncio, La Salvaje colgaba, una vez más, el cartel de sold out. El público volvía a responder como lo ha hecho durante todos estos años. “Hablamos con Nacho desde el respeto, sin saber si tendría sentido. Su disposición fue total desde el primer momento. Sabíamos que era una locura, es un artista que puede llenar auditorios de miles de personas, pero también sabíamos que él entiende la cultura desde un lugar cercano, íntimo y comprometido. Creímos que podía suceder, y sucedió”, apunta Cuerdo, todavía sorprendido por la velocidad con la que volaron las entradas: “Hablábamos de sí durarían diez minutos… y así fue”.
David, que seguirá ejerciendo como promotor musical, asume el fin de etapa pero también lanza un mensaje de optimismo sobre el panorama musical en la ciudad: “Oviedo no se queda coja, en absoluto. Tenemos salas como la Lata de Zinc, el Gong, Almacenes Industriales (el Kuivi), Estilo, incluso sitios como El Manglar o Tribeca donde se sigue programando. Musicalmente, esta ciudad vive uno de sus mejores momentos, hay diez conciertos buenos por semana, eso no lo imaginábamos hace veinte años”. Pero reconoce, claro, que espacios como La Salvaje son insustituibles. “Por su aforo, por sus características, por su alma… No hay otro local igual. La Salvaje no se va a trasladar a ningún sitio porque no tendría sentido. Si montásemos algo nuevo –que no va a ser, aclara– sería otra cosa, pero no esto”.
Y si hay que quedarse con un momento entre tantos, David lo tiene claro: “Un técnico de sonido de El Mató a un Policía Motorizado, un grupo que viene de meter 20 o 30 mil personas en un estadio, nos contó que, al hablar con otro compañero en Barcelona, este le había dicho: ‘No te preocupes, como vas a sonar como en La Salvaje, no vas a sonar en la vida’. Son de esas cosas que recuerdas y piensas: algo hicimos bien”. Algo hicieron bien, sí, cuando público y bandas lloran el cierre de un refugio, de una sala única convertida en referente en Oviedo y Asturias. Por eso todo el mundo volvió a responder a esta última llamada como lo lleva haciendo estos años, con el cariño, las ganas y la expectación de quien vive la música en directo como un arte más, uno que consigue aflorar emociones y afianzar recuerdos. El 27 de junio tocará seguir con especial mimo un concierto que sí, promete convertirse en recuerdo, en uno de los buenos, y que ojalá no se convirtiera también en el fin de una era.