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CEE de Latores: las familias denuncian el “olvido” del Principado y el Ayuntamiento sale al rescate

Federico de la Ballina por Federico de la Ballina
12/02/25
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“Los niños no hablan, pero nosotros sí”, dicen ante la masificación y deterioro del Centro. “Que los políticos se pongan en nuestra piel”

  • Obras paradas en la rampa de acceso para silla de ruedas/Cedida
  • Columnas del patio/Cedida
  • Rampa de acceso en construcción/Cedida
  • Desperfectos en paredes/Cedida
  • Baldodas rotas/Cedida
  • Piscina reformada/Cedida
  • Zona peligrosa en el patio/Cedida
  • Toldo de una clase/Cedida
  • Vallas con puntas saliendo/Cedida

El Colegio de Educación Especial de Latores duplica con creces el número de alumnos para los que se construyó en los años 80 del pasado siglo; pensado para 85 niñas y niños de espectro autista y otras discapacidades, desde hace ya varios años acoge a 200. Consecuencia: saturación. A ello se suma el “abandono” por parte de la Consejería de Educación que las familias denuncian ante el deterioro progresivo de las instalaciones.

Tras las recientes protestas de este colectivo, el Ayuntamiento de Oviedo ha salido al rescate y en los últimos días ha realizado algunos arreglos, reparando el patio de los pequeños y desbrozando el prado, pese a dejar claro que no es de su titularidad y es competencia del Principado.

“Ya sufrimos mucho a diario, como para tener que padecer este olvido”. Son palabras de Annmarie Pérez, madre de un alumno de Latores que sufre autismo y que “poco a poco comienza comunicarse repitiendo algunas palabras y avanzando en el mundo que le rodea”, gracias en gran medida al trabajo del profesorado del centro, para el que solo tiene elogios por su esfuerzo en la educación de estos niños. “La ventaja que tenemos es que los niños van contentos porque los profesionales que están ahí se desviven por ellos, dice esta madre.

Annmarie afirma que “los niños no hablan, pero nosotros sí”, en referencia a la lucha que desde hace ya demasiado tiempo mantienen las familias ante el colapso del centro y su deterioro, cada vez más visible. Huecos en el suelo los patios, humedades, falta de pintura, rampas de acceso para sillas de ruedas inadecuadas, problemas con el cableado, clases pequeñas…Son desperfectos lógicos en un centro que ya cumple 50 años, pero que resultan especialmente peligrosos cuando sus usuarios son niños con discapacidades, muy sensibles y en muchos casos con bajas defensas.

La escasa preocupación de la Consejería por mantener en perfectas condiciones el Colegio –abandono u olvido, según las familias- llega a tal punto que el arreglo de la piscina, “fundamental para el desarrollo de nuestros hijos”, comenta Annamarie, fue costeado con 11.000 euros aportados por las propias familias hace dos años.

José Manuel de la Grana, presidente de la AMPA del colegio, incide en que el estado de la cubierta era pésimo –hay vídeos donde se ven en el fondo del agua los desprendimientos caídos del techo- “y tomamos la decisión de contratar con cargo a nuestro bolsillo una reparación de calado, cambiando luminarias, etc.”

Marta Vega, madre de Ainoa, una niña con síndrome de Rett a punto de cumplir trece años y que lleva ocho en Latores pese a vivir en Avilés, señala que matriculó a su hij  en este centro “precisamente porque tiene piscina, que es algo muy necesario para estos niños”. Sin embargo, la Consejera señaló en su día que en la piscina no se desarrollan actividades curriculares, sino extraescolares, argumento para no costear su arreglo junto al de que era una instalación “construida hace 30 años por el Ayuntamiento que se ocupó históricamente del mantenimiento”.

Lo cierto es que fue el esfuerzo de las familias el que permitió que la piscina sea tal vez el espacio más digno de un colegio que, como afirma Marta, “los políticos deberían visitar y patearse todos sus rincones porque las instalaciones te deprimen cuando entras”. La lista es larga: “el salón de actos con sillas de cuando reinó Carolo, la clase de Ainoa que parece un zulo porque tuvieron que dividirlas, la entrada donde casi no entran los coches para recoger a los críos, la conserjería con dos trozos de pladur, antes teníamos cuatro puertas para entrar y ahora solo hay dos…”.

Annmarie, por su parte, se pregunta “cuántas personas saben dónde está nuestro Colegio y cómo se llega. Es un centro que está apartado, por donde pasa muy poca gente, y ojos que no ven, corazón que no siente. El 94% de los críos van en autobús y, claro, casi ni los padres vemos cómo está aquello”. Lo corrobora Marta cuando afirma que “ya tienes lo que tienes encima, peleas contra la enfermedad de tu hijo y luego vas al cole y ves esas instalaciones y se te cae el alma a los pies y eso que los profesores son una maravilla y hacen lo que pueden y más”.

Las familias contribuyen a los arreglos, aportan materiales y llegado el caso, ceden a la clase de su hija un tobii o comunicador visual de la mirada, como ha hecho la madre de Ainoa, ya que en el Colegio solo hay uno de estos dispositivos.

Tras visibilizar la situación del centro con diversas protestas convocadas por la AMPA, la Consejería inició algunas obras, como en los baños que ahora se están terminando después de casi tres meses, pero por ejemplo dejó inacabada una rampa de acceso para sillas de ruedas. “Es normal que el inmueble se deteriore, pero el mantenimiento aquí es especialmente importante y depende de la Consejería”, recuerda Annmarie.

Ante la saturación del Centro y el aumento de estas enfermedades –un 24% en los últimos cuatro años- el Gobierno regional planteó la construcción de un nuevo colegio en Montecerrao con capacidad para 240 alumnos. El 24 de junio del pasado año, la consejera de Educación, Lydia Espina, y el director general de Infraestructuras y Tecnologías Educativas, Julio Vallaure, presentaron el «importante» y «esperado» proyecto, presupuestado en 21,6 millones de euros y con la previsión de que las obras finalicen en diciembre de 2026. Un nuevo colegio moderno, sostenible, luminoso y «accesible incluso por encima de la normativa», según la consejera.

Ocho meses después, como indica el presidente de la AMPA, “la realidad es que el nuevo colegio no está ni licitado. Lamentable. La Consejera habla de problemas administrativos, pero lo que no hay son recursos, ni dinero presupuestado”, porque con los dos millones de euros consignados en el Presupuesto regional de este año “no da para nada”. Como se aprecia en las imágenes que acompañan este artículo la parcela municipal en la calle Riosa, en Montecerrao, donde se levantará el nuevo centro especial, sigue sin cerramientos ni cartel de obra.

Annmarie Pérez afirma que “esto va a más y hay niños que no entran en el sistema. El colegio está saturado y cuando los niños tienen 21 años ya no tienes donde meterlos. Donde se ve la calidad de vida es donde tratamos a los más indefensos y qué dice esto de nosotros como sociedad si los tratamos así”. En su opinión “lo pionero seria tener previsión”, una afirmación con la que sale al paso de las palabras de la Consejería situando a Asturias como referente en la educación inclusiva.

Por su parte, Marta Vega lamenta que en el nuevo colegio no se haya proyectado una piscina –“nos enseñaron algo así como una charca, pero eso no era una piscina”- o invernaderos para los mayores “que son para ellos media vida, o ¿qué pretenden, que estos niños y chicos vayan al nuevo colegio a estudiar ciencias?”.

Esta madre, como el resto de familias del centro, pide a los políticos “que se pongan en la piel de los padres y que inviertan en lo que tienen que invertir. La sanidad y la educación son sagradas y no hay que olvidar que nadie está libre de vivir estas situaciones”.

Marta, Annamarie, José Manuel y así dos centenares de madres y padres que lamentan que “los responsables políticos, unos y otros, hablan mucho de inclusión, pero no la practican porque estos niños deberían tener lo mejor; no pedimos lujos, solo unas instalaciones dignas”.

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